jueves, 16 de febrero de 2012


Dejarla Soñar





Caminaba entre los árboles, sintiendo su vida, el correr de su savia,
el abrazo de sus ramas y las caricias de sus hojas.
Unos ojos que no existen eran los que velaban sus pasos.
La paz más presente que pudiera haber y la soledad más absoluta.
Una larga y negra túnica de seda cubría su piel blanca como una luna llena;
caminaba descalza, nada podía herirla ya.
Sólo sentía el fresco y mullido manto del bosque.
En sus muñecas y tobillos tintineaban pequeños pedacitos de plata que colgaban
de delgadas cadenas enredadas en ellos,

sus menudas manos parecían tallos de rosa  en los que clavarse espinas de pecado. 
 Nadie debe tocar algo tan puro. 


Sus uñas pequeñas puntas brillantes.
Un maquillaje irreal matizaba su cara, imperceptible bajo una vaporosa y tenue gasa negra.
Tenía unos ojos increíblemente profundos, tristes pero sabios, no sólo veían sino que
traspasaban aquello que se cruzaba en su camino.
Eran la única ventana que daba a entender de donde venía.
Ventanas de las que saldría el dragón de sus entrañas a defender su inquebrantable castillo.
Lo que entregan al acercarse y lo que se han podido llevar, aquellos que osaron mirar en
ellos sin más intención que llenarse de su fuerza,  su ingenuidad,  pureza, robándole sus pétalos
de protección.  Pétalos que los demás sólo podrían ver como se marchitan en sus manos…
Pasea por su verde soledad y refuerza su temple con cantos de sirena…
Ha de reponer lo que amablemente entrega por el camino a quién lo necesita, lo que en momentos
de debilidad alguien le arrebata, ignorantes ellos porque no saben  que los hilos del corazón no
rompen y allí donde se lleven lo recibido llegará su amor, y lo robado, su ira.
Algún día entenderá. Mientras llega ese día seguirá caminando entre sus iguales, callados y robustos;
sin vida aparente, pero sintiendo como ella su frío calor de vida extraña.
Su canción, la tormenta, el trueno estimulando los latidos de su corazón que alimentan su vida,
el resplandor, esa luz fugaz que apenas deja ver su camino en la oscuridad y el agua que la bautiza
fresca para que no se olvide que la mano grande la toca y la espera; tormenta, canción que la hace sonreír…
A veces se mira en el agua, trata de simular un espejo en el que ver la belleza que otros pregonan,
pero no la encuentra…no consigue verla.
Sólo las ondas que turban el agua se aprecian al caer en ella sus lágrimas.
Manchados de barro sus pies y su vestido, al contacto con la orilla, se retira  no viendo lo que espera.
Aún así, embarrados sus pies y sus ojos de sal llenos…

Ella seguirá acercándose a la orilla intentando ver….

Amaranth  27/2/2010


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